En conmemoración al bicentenario de El Prado se ha llevado a cabo una exposición en la que doce fotógrafos contemporáneos reflexionan a través de sus fotografías la riqueza artística que posee el museo.
Gracias a ellos podemos verlo de una forma diferente a la que estamos acostumbrados, también pudiéndonos fijar en los pequeños detalles que a lo mejor nos pasaron desapercibidos al principio, o incluso aunque nos conozcamos el museo al dedillo.
Una de las fotografías que me asombraron fue esta, su autora es Isabel Muñoz
En ella podemos un hombre que lleva una tela roja, la que aporta color a la fotografía. A primera vista nos da la impresión de ver una escultura por el color grisáceo pero no es hasta que no vuelves a mirar que te das cuenta de que en realidad es una persona real debajo del agua.
Es increíble como ha podido hacerlo parecer una escultura y lo que más bonito y destacable que me gusta de la fotografía es el efecto que da en el cuerpo el agua con la luz.
La segunda fotografía que más me llamó la atención fue esta de Aitor Ortiz
Aquí nos muestra lo que debería ser una sala llena de obras, solo vemos una sala vacía que solo contiene un espejo en el que podemos ver reflejada ese vacío. Lo que nos viene a decir que la propia sala en sí puede ser una obra de arte.
La estética es preciosa y sobre todo admiro que sea en blanco y negro.
Gracias a esta exposición pude llegar a conocer algunos fotógrafos contemporáneos de los que no tenía noticia. Aunque debo decir que debido a la brevedad de la misma me gustó menos.
Gracias a ellos podemos verlo de una forma diferente a la que estamos acostumbrados, también pudiéndonos fijar en los pequeños detalles que a lo mejor nos pasaron desapercibidos al principio, o incluso aunque nos conozcamos el museo al dedillo.
Una de las fotografías que me asombraron fue esta, su autora es Isabel Muñoz
En ella podemos un hombre que lleva una tela roja, la que aporta color a la fotografía. A primera vista nos da la impresión de ver una escultura por el color grisáceo pero no es hasta que no vuelves a mirar que te das cuenta de que en realidad es una persona real debajo del agua.
Es increíble como ha podido hacerlo parecer una escultura y lo que más bonito y destacable que me gusta de la fotografía es el efecto que da en el cuerpo el agua con la luz.
La segunda fotografía que más me llamó la atención fue esta de Aitor Ortiz
Aquí nos muestra lo que debería ser una sala llena de obras, solo vemos una sala vacía que solo contiene un espejo en el que podemos ver reflejada ese vacío. Lo que nos viene a decir que la propia sala en sí puede ser una obra de arte.
La estética es preciosa y sobre todo admiro que sea en blanco y negro.
Gracias a esta exposición pude llegar a conocer algunos fotógrafos contemporáneos de los que no tenía noticia. Aunque debo decir que debido a la brevedad de la misma me gustó menos.
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